La palabra “cambio”, entre sus varias acepciones, significa la transición de un estado a otro, trátese de una persona, un objeto, una situación, etc. Me atrevo a pensar que es una de las palabras más antiguas de la humanidad, puesto que nuestros antepasados debieron de observar la constante mutación de la naturaleza, así como también el curioso fenómeno de que lo único que no cambia es el cambio mismo.

Independientemente de la creencia (o ausencia de creencia) que profesemos, muchos de nosotros estamos acostumbrados a pasar las festividades decembrinas y el CAMBIO de año en compañía de nuestros seres más queridos. Tradicionalmente, se planifica con anterioridad el ágape familiar, los regalos, las canciones, la decoración, el menú, etc. Llegado el momento, se intercambian abrazos, besos, lágrimas, risas y tarjetas. Recordamos a aquellos que amamos pero ya no están físicamente con nosotros. Es época de regocijo y cercanía.

Y sin embargo, el 2020 pasará a la historia como el año que nos forzó a cambiar. La recomendación de los expertos epidemiólogos es no reunirnos, no darnos abrazos físicos, no visitarnos, dejar los besos para otro momento de la vida, mantener la distancia, quedarnos en casa. 

Yo me pregunto qué significado o qué mensaje hay detrás de todo esto. ¿Es indispensable reunirnos en esta época? ¿Estamos preparados para la nueva modalidad? ¿Vale la pena poner en riesgo la vida de los más vulnerables por una reunión de unas pocas horas? ¿De qué otras maneras podemos demostrar amor? ¿Podemos expresar amor en el silencio y en la reflexión? ¿Podemos hacer sentir a otros nuestro amor en la distancia? ¿Qué sucede si por una vez no nos damos regalos? ¿Qué puede ocurrir por no estar juntos por una vez en la vida?

Es posible que la pandemia sea un factor de evolución cuyo verdadero cometido sea enseñarnos a ver el mundo de maneras diferentes. Quizá el Universo programó este evento para disminuir la velocidad de nuestras vidas, para reducir las emisiones tóxicas, para proteger al planeta, para recordarnos que la cercanía más importante no es la física, sino la espiritual. Quizá se trata de reaprender a comer en familia, con los alimentos que nos da la madre Tierra, preparados con lentitud, devoción y agradecimiento.

¿Cuántas profesiones han tenido que redefinirse en estos tiempos de pandemia? Nosotros, intérpretes y traductores, hemos visto nacer nuevas tecnologías y modalidades para ejercer nuestro oficio. Pero, más importante aún, es que tal vez debamos reflexionar sobre cómo usar las palabras de manera más amable para nuestros lectores, público, colegas y colaboradores.  Tal vez el ahorro de palabras sea un ejercicio para el alma.

Herederos de Cervantes desea a todos ustedes que aceptemos los cambios que debamos dar, pensando que un futuro muy promisorio podría estar a la vuelta de la esquina. Que el amor sea el pan más suculento que se haya puesto alguna vez sobre sus mesas. Que caigan las barreras para la creación de un futuro más amoroso. Que la reflexión nos muestre el camino hacia un mundo mejor para todos los seres vivientes. Que percibamos la diferencia entre lo verdaderamente esencial y lo superficial.