SAN ISIDORO DE SEVILLA
Calle San Isidoro
Del santoral católico me declaro en completa ignorancia, con la sola excepción de los epónimos que dieron lugar a tantos nombres geográficos en la América hispana. La verdad, siempre amiga de lo vernáculo, yo habría preferido que se respetaran los nombres originales de las lenguas indígenas, pero, como suele suceder en la historia, la primacía económica y la superioridad armamentista se impusieron a la fuerza.
Empero, el destino quiso que me cruzara varias veces con el nombre de un santo totalmente desconocido para mí. La primera vez fue cuando alquilé un apartamento de AirBnB en Sevilla, España, ubicado en el número 5 de la calle San Isidoro. Como toda palabra nueva me llama la atención hasta la obsesión, la cosa me quedó sonando. ¿Quién diablos era este santo? La premura del viaje me obligó a posponer la pesquisa.
Empecé a darme cuenta rápidamente de que Isidoro de Sevilla es el epónimo de calles, monumentos, parques, etc. en Sevilla. Lo curioso es que algo parecía impelerme a “ver” solamente las cosas nombradas en honor a este santo. Los demás nombres pasaban inadvertidos ante mis ojos.
Luego, una vez de regreso en Colombia, compré un libro que ya he mencionado antes en esta columna. Se llama Nueve razones para amar el griego, la lengua de los dioses. Su joven autora se llama Andrea Marcolongo.
Bajo el subtítulo de Con o sin alma. El neutro, me encontré de repente con el siguiente recuadro: Isidoro de Sevilla. Ahora sí que la cosa se estaba poniendo más interesante. Yo creo en los mensajes del universo, y por eso leí con avidez sobre este santo que tiene tanto (casi todo) que ver con la profesión de intérprete y traductor; un personaje prolífico como pocos, escritor, compilador, luchador, aventurero: un verdadero polímata. Pero escuchemos la voz de Marcolongo:
“Hablando de la caída del imperio romano y de escombros lingüísticos, resulta imposible obviar en [Sic.] el personaje más erudito, docto, extraño y genial que estudió la lengua en la alta Edad Media: Isidoro de Sevilla.
Más aún, es en virtud de su originalidad sin par por lo que san Isidoro de Sevilla (560?-636), doctor de la Iglesia, merece una mención aquí. Mención que será siempre demasiado breve comparada con la inmensidad de los libros y conceptos que Isidoro sustrajo a los tiempos convulsos del Medievo para entregárnoslos a nosotros.
Quizá solo pueda hacer justicia a su valor y fantasía igualmente inmensas con una calurosísima invitación a leer las Etimologías u Orígenes, un compendio de todos los conocimientos que se tenían en su época: medicina, lengua, animales, geografía, artes, derecho… De hecho, las Etimologías de Isidoro fueron la primera “enciclopedia” de la historia y una de las obras de la cultura grecorromana que más fuerte resistencia opusieron a su caída definitiva. Su obra fue leída, transmitida y enseñada durante toda la Edad Media, en la época en que cambiaban las lenguas, los pueblos, las religiones, las leyes, los estados; mientras el latín se volvía cada vez más borroso y se perdía en la memoria del griego en la Europa Occidental.
En el libro IX, en el capítulo 1 dedicado a las lenguas de los pueblos, Isidoro escribe con extraordinaria amplitud de miras: “Si se pregunta en qué lengua hablarán los seres humanos del futuro, no es posible encontrar respuesta. De hecho, el apóstol dice: “Hasta las lenguas faltarán”. Por eso hemos tratado primero las lenguas y solo después hablaremos de los pueblos: porque los pueblos han nacido de las lenguas y no las lenguas de los pueblos”.
Con todo derecho Dante Alighieri califica de ardiente el espíritu de Isidoro de Sevilla en el verso 131 del canto X del Paraíso: el español no ahorró esfuerzos en su titánico afán de describir la realidad solo a través del origen de las palabras que la cuentan.
Un esfuerzo que no fue inútil, pues durante toda la alta Edad Media, mientras las bibliotecas se quemaban y los textos antiguos se perdían, gran parte de la Antigüedad fue conocida gracias a sus Etimologías por unos pueblos unidos durante siglos por una misma lengua y que se habían perdido en la encrucijada de la fractura entre pasado y presente.
Resulta difícil negar que muchas de sus etimologías son un tanto estrafalarias, fantásticas, algunas incluso inventadas de principio a fin (y por eso mismo da muchísimo gusto leerlas hoy en día). Da mucho gusto leerlas, pero no por ello debemos juzgarlas de forma negativa; ahora disponemos de todo tipo de ciencias y conocimientos, pero cuando Isidoro de Sevilla recopiló todo lo que pudo, ante él estaba hundiéndose para siempre un imperio no solo político, sino también cultural. Y, por lo tanto, gloria a su fuerza y gloria también a su fantasía.
En cuanto a los géneros de las palabras, afirma en el capítulo 7 del libro I, dedicado a la gramática, que existe el masculino y el femenino.
Menciona, por el compromiso de exactitud que caracteriza su obra, también otros géneros “especiales”, producidos por la racionalidad humana: el neutro (de ne-uter, “ni uno ni otro”); el común, que participa de los géneros, como canis, que vale para “perro” y “perra”, y un género epiceno, por lo demás extrañísimo, que expresa los dos. Sobre este último Isidoro se explaya con incluso demasiada precisión: pone el caso del pez, que solo es masculino porque “el sexo de dicho animal es difícilmente definible, pues no se distingue ni por su porte ni por su aspecto, sino solo tocando al animal mismo con mano experta (para el arte de la palpación nos remite a los pescadores de Livorno).
Por último, una nota final: en 2002 el papa Juan Pablo II designó a san Isidoro de Sevilla patrono de internet y de los que operan en él; sus Etimologías, que recogen todo el saber humano, serían las precursoras de la web y el índice ordenado de sus temas sería la primera base de datos de la historia”.
MINUCIAS
“La poesía no quiere adeptos: quiere amantes”.
Federico García Lorca
SABIDURÍA DE SANCHO PANZA
Los que buscan aventuras, no siempre las hallan buenas.
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Nunca es tarde para aprender. Abrazos prima.
Cierto: nunca es tarde. ¿Sabías tú quién era san Isidoro?
Oh Yilda siempre quedo sorprendida de tus innovadores temas.
El patrono de lo interpretes. traductores y del internet.
Bien por eso!
Gracias por el comentario. Deberíamos nombrarlo patrono de los intérpretes, pero creo que ese lugar ya lo tomó san Jerónimo. ¡Lástima!
Ignoraba que los intérpretes tuvieran un santo patrón (¿o es santo patrono?). A mí me enseñaron que Jerónimo era el cuidador de los traductores. Y luego el otro santo de mi fervor, san Gúgol, me mostró que además Jerónimo es venerado por los bibliotecarios y los enciclopedistas. Me pregunto: si Isidoro viviera hoy, ¿recurriría a Gugol para completar sus conocimientos sobre algunos (o todos) los temas? Gracias, Yilda, por presentarnos a otro prócer de la profesión. Sigue abriendo esa caja de Pandora.
Acabo de consultar el DLE, y parece que se aceptan ambas formas: patrón y patrono, pero me parece que el segundo es más habitual para este caso. Yo me imagino que Isidoro sería un asiduo consultor (¿o consultante?) de Google. Me llama la atención que ha habido varios santos sibaritas, como por ejemplo san Agustín. Y qué bueno saber que uno de ellos tiene tanto que ver con nosotros.
Para mí también San Isidoro era un completo desconocido hasta que leí su artículo. Es refrescante que no todos los artículos relacionados con la lengua sean de gramática. Gracias por la novedad. Trataré de conseguir las Etimologías de Isidoro.
Yo sabía que la vida trataba de decirme algo, y era la importancia de este personaje magnífico. Gracias por su comentario.
Cada día nos trae una enseñanza. Hoy aprendí sobre San Isidoro. Gracias por presentármelo.
Tal parece que la “santidad” de San Isidoro es lo de menos en su biografía. Lo más importante fue su eterna sed de conocimiento, su imaginación inagotable que supo llenar exquisitamente los baches de una época en que la investigación no estaba a la orden del día, y el legado que nos dejó a todos, pero sobre todo a los traductores. Gracias por volver a sacarlo a la luz.
Tal parece, también, que san Isidoro fue uno de esos seres privilegiados que nunca morirán, y que por eso “se aparecen” de maneras inesperadas, como me pasó a mí.
Yilda
Comparto la opinión de Libélula Grácil: la santidad de Isidoro es poco importante. Me habría encantado conocerlo y hablar con él. Espero que si llego a leer algún día sus Etimologías, pueda sentir que estoy hablando con él, o que más bien él me habla a mí (a ver si puedo recoger un poquito de su enorme sabiduría).
Con la imaginación podemos volar hacia Isidoro. Gracias por el comentario.
Muy interesante artículo, Yilda. Quién iba a decir que este San Isidoro es el patrono del internet actual y sus múltiples plataformas, el de haber compilado una enciclopedia y haber descrito el género epiceno, del cual tú nos habías ilustrado antes. Qué bueno que tu curiosidad intelectual te llevó a descubrir esto. Un gran abrazo.
Yo ni siquiera sabía que el internet tuviera un patrono. Muchas gracias por el comentario.
Excelente y encantadora la presentación de San Isidoro.
No comprendí el objetivo del primer párrafo.
Como siempre, gracias por el comentario. Mi objetivo (no sé si lo logré) era hablar de cómo parecía que San Isidoro se me estaba apareciendo en mi vida como una señal del universo, hasta que por fin pude saber quién era y por qué es tan importante para la lengua española.
Muy interesante artículo. Quién iba a decir que este San Isidoro es el patrono del internet actual y sus múltiples plataformas, el de haber compilado una enciclopedia y haber descrito el género epiceno, del cual tú nos habías ilustrado antes. Qué bueno que tu curiosidad intelectual te llevó a descubrir esto
Sí, si no hubiera sido por Marcolongo y por las casualidades de la vida, no me habría enterado nunca.