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EL CARNICERO DE TEXTOS

Amigos:

Me duele reconocer que me duele cuando una persona me dice que no contrata los servicios de un revisor / corrector de textos, no porque no tenga con qué pagarlo, ni porque confiese que no tiene ni idea de qué es un corrector / revisor de textos, sino por razones como “no, yo no lo necesito porque lo que pasa es que mi hermana es bastante buena, y tiene mucha idea de eso”; o “no, yo no lo necesito porque mi tía abuela fue criada a la antigua, y ella sabe mucho de ortografía”.

Cuando escucho declaraciones de ese corte, se me revela una profunda ignorancia de qué es un revisor de textos. En el mejor de los casos, se cree que no hay nada que corregir más allá de la ortografía. Es como si yo no fuera donde un médico cuando estoy enferma porque “tengo un tío que tomó un cursillo de primeros auxilios”.

Llevo la vida entera estudiando gramática, y estoy segura de que todavía me queda mucho, mucho por aprender. Tal vez sea más lo que me queda por aprender, que lo que he aprendido hasta hoy. Me sumo a la máxima socrática de “solo sé que nada sé”; pero hay algo que sí sé, y es que sé un poquito que me permite con cierta autoridad sentarme frente a un texto, y ver errores sin siquiera escudriñar con mucho esfuerzo: me brillan, me hacen guiños, me suplican que los vea.

Por la ignorancia que infla el ego, y hace creer a algunos que para ser corrector / revisor de textos no hay que estudiar nada, se dan casos de verdaderos carniceros que asesinan un texto por la simple “autoridad” que les confieren sus opiniones carentes de fundamento lingüístico. Personas que nunca han abierto un diccionario, o que ni siquiera han oído hablar de la semántica ni de la sintaxis (por ejemplo), se meten a corregir un texto, y terminan corrigiendo lo que está correcto, y dejando lo que está equivocado.

Más de una vez me he topado con casos en los que un “corrector” cambió “sin embargo” por “no obstante” simplemente porque se le dio la gana. Su única justificación – a pesar de que son sinónimos perfectos –  es que “le sonaba mejor”. La ignorancia es muy, muy atrevida: atrevidísima. Esta persona ni siquiera sabía que no se debe corregir lo que no se puede sustentar. Es la primera norma que debemos seguir hasta las últimas consecuencias. Una cosa es preferir una expresión, y otra es tildarla de equivocada. Una cosa es que “me suene” y otra cosa es lo correcto. Hay que diferenciar entre las dudas, opiniones, sugerencias, recomendaciones, inquietudes – por una parte – , y las correcciones en firme – por la otra – .

Pero SIEMPRE que se hace una corrección o cambio en un texto, debe haber una explicación que lo sustente. Esta explicación, por lo general, se encuentra en un libro de gramática o en un diccionario. Si no puede sustentarse, es mejor no hacer el cambio, y plasmar la inquietud a manera de comentario.

El corrector NUNCA debe modificar el contenido del texto. Su labor se centra exclusivamente en la forma, en ayudar al autor a expresar sus ideas de manera clara y coherente. Si, como parte de su trabajo, se encuentra con algo que es o parece ser una contradicción o una ambigüedad, deberá consultarlo con el autor, y aclarar la situación. Es posible que la ambigüedad sea un efecto buscado. El texto es sagrado, y debe tratarse con respeto por él y por el autor. No es labor del revisor expresar sus opiniones ni su conocimiento sobre el tema, si es que lo tiene.

 

 

Estas son pautas muy básicas, pero están muy lejos de ser las únicas. Un corrector que se precie de serlo sabe que debe rodearse de fuentes de consulta para resolver las dudas. Sí, como lo oyen: las dudas, porque cuanto más se sabe, más se duda. El ignorante corrige a la topa tolondra. Sin vacilación. El estudioso sabe que el camino está lleno de escollos y abrojos que nos fuerzan a hilar muy despacio. Es como andar por un campo sembrado de minas quiebrapatas. En cualquier momento se puede caer en una trampa.

Así, pues, amigo lector, lo invito a hacer una prueba. Aquí le dejo 10 oraciones. Todas ellas tienen al menos un error. Si le atrae la idea, trate de detectar su grado de conocimiento del idioma, pero, sobre todo, pásele esta prueba a la próxima persona que quiera convencerlo de que es un corrector. Si tiene más de cuatro (4) errores, no lo contrate. Hágase usted mismo este favor.

 

1. En el período elizabetiano, Inglaterra vio disminuir el machismo.
2. En los cerros de Chía recogieron ayer más de tres toneladas de basura para evitar incendios.
3. Boyacá, famoso por sus pueblos pintorescos, gente amable y gastronomía única, destaca hoy en el mundo como uno de los destinos preferidos por los viajeros. 
4. Ernesto debía de estar aquí a las 05:00.  Debe ser que algo le pasó.
5. Trabajo en esta empresa hace seis años. Ese es el señor quien me contrató.
6. Me dijo que le gustaría que me coloque la blusa que me trajo de regalo.
7. Unos pocos trabajaban en el taller.  Los otros en el garaje.
8. En mi opinión, habrían unos 27 visitantes.
9. ¿El fragmento de la biblia? Estoy completamente segura que se los leí.
10. Mis hijos y yo hemos ido a visitar la casa museo donde murió Emily Dickinson varias veces.

Las soluciones a los ejercicios anteriores están aquí.  En algunos casos, hay más de una solución posible, pero solamente incluimos la que nos parece mejor.

 

 

 

MINUCIAS

He visto, caballero, en una tabla de carnicero, unos sesos igualitos a los de usted.

Jules Renard

SABIDURÍA DE SANCHO PANZA

Tripas llevan á pies, que no pies á tripas.

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15 Comments

  1. José Javier Meneses Pulido

    Me parece que no son pocos los que creen que cualquiera puede ser un corrector de textos. Por eso pasan “cachos” como los que usted tan acertadamente anota. Es doloroso ver cómo las facultades de periodismo, que serían las más obligadas a enseñar el idioma, no parecen incluir la gramática en su currículo. Los periódicos contratan cualquier perico de los palotes para corregir textos, porque se creen que para eso no hay que estudiar. Nuestro idioma está feneciendo ante nuestros ojos. Pero lo más triste no es eso, sino que a muy pocos parece importarles.

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    • Yilda Ruiz Monroy

      Efectivamente. Estoy suscrita a El Espectador, y…. es como para llorar.

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    • Jeannette Salcedo

      De las 10 frases tuve 6 correctas.. Me da pena decirlo pero no pase el examen para “correctora de textos.”
      Yilda, me encantó la ilustración muy simbólica de las fotos y la explicación muy clara de las correcciones. Con la primera frase.. “En el tiempo elizabetiano” es representativo de frases que utilizamos muy a menudo en expresiones comunes de rutina.
      Hay que estar alertas pues nuestro idioma es muy rico y extenso en palabras 🙂

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      • Yilda Ruiz Monroy

        Estimada lectora: la felicito por haber podido detectar seis errores. No es fácil. Soy consciente de que da la impresión de que no hay error alguno.

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      • Yilda Ruiz Monroy

        Olvidé agradecerle su comentario sobre las ilustraciones. Las busqué muy adrede para ilustrar el tema.

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  2. Andre Moskowitz

    Felicitaciones, Yilda, por tu artículo!

    Me gusta!

    Deseo hacer una pequeña observación sobre “deber” versus “deber de”.

    Sí, es cierto que lo tradicional es distinguir entre “deber” (obligación) y “deber de” (probabilidad), como bien has señalado.

    Sin embargo, hasta una fuente tan conservadora como la RAE acepta en cierta medida el uso de “deber” = probabilidad.

    Fíjate en lo que se afirma al respecto en su “Diccionario panhispánico de dudas”:

    deber

    […]

    2. Funciona como auxiliar en perífrasis de infinitivo que denotan obligación y suposición o probabilidad:

    a) deber + infinitivo.

    Denota obligación: «Debo cumplir con mi misión» (Mendoza Satanás [Col. 2002]). Con este sentido, la norma culta rechaza hoy el uso de la preposición de ante el infinitivo: ⊗‍«Debería de haber más sitios donde aparcar sin tener que pagar por ello» (Mundo [Esp.] 3.4.1994).

    b) deber de + infinitivo.

    Denota probabilidad o suposición: «No se oye nada de ruido en la casa. Los viejos deben de haber salido» (Mañas Kronen [Esp. 1994]). No obstante, con este sentido, la lengua culta admite también el uso sin preposición: «Marianita, su hija, debe tener unos veinte años» (VLlosa Fiesta [Perú 2000]).

    Como vemos, hasta Mario Vargas Llosa ha usado “deber” (sin “de”) con el significado de probabilidad.

    Saludos y gracias!

    Andre

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    • Yilda Ruiz Monroy

      Muchas gracias, Andre. Todos los días se aprende. Y más aún, viniendo de un maestro como tú.

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  3. Libélula grácil

    Creo que no trabajaré como correctora de estilo, ya que tengo a una tía que es verdaderamente conocedora. Mejor le dejo el trabajo a ella. Ja ja.

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  4. Luz Stella Carrasquilla

    Muy interesante e ilustrativo este artículo, no es mi área o profesión, pero siempre aprendo mucho con sus escritos.
    El de hoy, me hace pensar que se aplica para todas las profesiones, siempre hay gente ignorante que se atreve a opinar, corregir, cambiar, sin ser esa su área.

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    • Yilda Ruiz Monroy

      Muchas gracias por su observación. Estoy de acuerdo: a veces caemos en ese error de opinar de lo que no conocemos, o nos imaginamos que una cierta profesión u oficio no requiere ninguna preparación. Por ejemplo, una amiga mía, gran médica occidental y homeópata, me cuenta que no faltan los que se sienten homeópatas porque tomaron un cursito de un par de horas.

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  5. Estefanía del Mar

    Agradezco mucho su artículo. La verdad, nunca me había puesto a pensar sobre los correctores de textos, pero la verdad, debo reconocer que pensaba que prácticamente cualquiera podía corregir un texto. Ahora miraré a los correctores con más respeto.

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  6. Roberto Ruiz

    Déjeme decirle que me encantaron las imágenes que acompañan el artículo.

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