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EL GÉNERO EPICENO:

EL CIGARRO Y LA CIGARRA SE VAN A CASAR

Amigos: el adagio popular reza así: “¡No hay novia fea ni muerto malo!” ¡Yo, sinceramente, ardo en deseos de asistir a esta boda tan singular; pero por mucho que se arregle la novia, el impedimento es mayúsculo en este casorio, ya que el cigarro no es el equivalente masculino de la cigarra! Siendo dos representantes de distinta ‘especie’, no podrán consumar el matrimonio. ¡Qué pesar!

Al cigarro no lo podemos ayudar porque solo los seres animados (sexuados) pueden ‘cometer’ matrimonio. Pero veamos qué podemos hacer para que la cigarra no se quede solterona.

Normalmente reconocemos los géneros masculino y femenino, pues son los más fáciles de identificar: el carro, la casa, los carros, las casas, etc.

Pero fuera de estos dos, que son los más comunes, existen en nuestra lengua otros géneros, aunque algunos gramáticos los consideran más bien subgéneros del femenino y el masculino, clasificación que yo encuentro más lógica:

  1. El común: corresponde a aquellos sustantivos que son iguales, sin importar si se refieren al masculino o al femenino: el mártir, la mártir; el huelguista, la huelguista; el testigo, la testigo.
  2. El ambiguo: el cual se utiliza cuando la misma palabra puede emplearse en femenino o en masculino: el mar, la mar; el sartén, la sartén; el lente, la lente.
  3. El epiceno, cuya explicación, más detallada que las anteriores, viene a continuación.

El género epiceno es el que puede ayudarnos en el caso de la cigarra, pues lo que ella necesita es encontrar a un congénere masculino que esté dispuesto a llevarla al altar (o a la notaría, si la boda es civil). Así, pues, la especie cigarra es de género femenino, pero para designar correctamente al espécimen masculino, deberemos denominarlo la cigarra macho. De esta manera no habrá confusión con el cigarro, que, como todos sabemos, no tiene nada que hacer en la boda de la cigarra (a no ser que ella se lo fume).

Igualmente, el masculino de la rana no es el rano, sino la rana macho; y cuando sospechen que alguien está cortejando a la araña, no piensen que es un araño, sino una araña macho; peor aún, si tenemos en cuenta sus dimensiones, sería decir el balleno; para hablar de este cetáceo masculino debemos decir la ballena macho. Además, amigos, tengan especial cuidado en el caso de la boa, sea constrictora o no. No se les vaya a ocurrir por nada del mundo decir que la boa se va a casar con el boa, pues también este casorio pecaría de nulidad, ya que el boa es una estola delgada (en forma de boa constrictora) que en algunas épocas hemos usado las mujeres para realzar nuestra natural belleza (perdón por lo que les toque a los hombres: estos sí de género masculino, no epiceno). Lo correcto es la boa macho.

Si se trata de otros animales para cuya denominación usamos normalmente la referencia al sexo masculino, deberemos agregar la palabra hembra al final. He aquí algunos ejemplos: abejorra no es la esposa del abejorro. Sí lo es el abejorro hembra. No existe la señora cocodrila, sino el cocodrilo hembra.

De particular cuidado en esto de los matrimonios, los sexos, las especies y los géneros es tener en cuenta que aunque el género epiceno se aplica solamente a los animales, no todos los animales son de género epiceno. Los hay que hacen su forma masculina o femenina (me refiero a la forma del sustantivo, no a la biológica, lógicamente) tal como lo hace una miríada de sustantivos del español: con una o para el masculino, y con una a para el femenino. Tal es el caso del perro y la perra; del gato y la gata; del loro y la lora.

Hay otros que forman el femenino y el masculino con pequeñas variantes, tales como: el león y la leona; el tigre y la tigresa; el ratón y la ratona; el gallo y la gallina.

Y no faltan los que tienen diferentes nombres para cada sexo, como el toro y la vaca, o  el caballo y la yegua.

Es un pesar que los diccionarios se limiten a indicar el género femenino o masculino de la especie.  Es decir: indican que la mosca es de género femenino, el ruiseñor es de género masculino, etc., pero no señalan la condición de epiceno.  Si lo hicieran, le harían un gran servicio al lector, pues se le ahorraría la posibilidad de cometer el error de usar un masculino o un femenino incorrectos.

Mientras esto sucede, les recomiendo hacer estos ejercicios.

MINUCIAS

Existen verbos defectivos, llamados así porque tienen defectos de conjugación. Uno de dichos casos es el verbo abolir. Su defecto consiste en que ciertas conjugaciones no existen. Ejemplo: no debemos decir ni abuelo ni abolo. Tampoco aboles, ni abueles. Simplemente hay que buscar decir las cosas de otra manera; una de ellas puede ser usar un sinónimo: elimino, suprimo.

SABIDURÍA DE SANCHO PANZA

“A buen servicio, mal galardón”

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