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EL JUICIO DE NUREMBERG:

LOS HÉROES NO NOMBRADOS DE UNA PROFESIÓN ESENCIAL

Las cuatro cabinas de intérpretes del Juicio de Nuremberg.

Lenta y dolorosamente, Europa trataba de volver a la vida después de las atrocidades que se prolongaron desde 1939 hasta 1945. La desesperación, el hambre, la sed, la incertidumbre sobrevolaban la tierra arrasada y la población sojuzgada. ¿Quién podría explicar, justificar o perdonar semejantes crímenes? Como una voraz ave de rapiña, la desolación acechaba a todo el continente. No había paz: era, tan solo, el fin de la guerra.

¿Quién podría explicar que hermanos se volvieran contra hermanos, que lo que habían sido prósperos países se convirtieran en famélicas muchedumbres, que centenares de modernas y soberbias ciudades quedaran reducidas a cenizas? No nos engañemos: no es que la especie humana haya brillado jamás por su altruismo y generosidad, pero nunca, nunca se había visto un genocidio de tal magnitud, un plan más cruento y calculado para acabar una gran parte de la población.

Pero más que pan, la humanidad buscaba respuestas. El mundo entero deseaba saber por qué, cómo y para qué. ¿Por qué la crueldad en su máxima expresión se enseñoreó sobre Europa, como una mancha que ya empezaba a curtir otros continentes? ¿Por qué un pueblo entero juró lealtad ciega a un demente obsesionado con el exterminio?

En estos vergonzosos momentos, la indignación mundial alzó su voz para encontrar esas respuestas. El 20 de noviembre de 1945, en el palacio de justicia de Nuremberg, se reunieron representantes de numerosos países del mundo. El Tribunal Militar Internacional dio inicio al juicio de los principales criminales nazis de guerra. 

Así nació la profesión de intérprete simultáneo. Como yo veo las cosas, no fue un nacimiento oscuro, como se podría pensar dado el momento histórico, sino auspiciado por la luz. La luz brillante, única y reveladora de la Verdad. No debe acongojarnos que la primera vez en la historia que se hizo interpretación simultánea, como se conoce en el sentido moderno, fuera para revelar grandes verdades que conciernen directamente a asuntos trascendentales, como el futuro de la humanidad, hasta dónde pueden llegar la maldad humana y la obsesión por una idea maligna.

 

Todos debieron escuchar a los intérpretes en algún momento del juicio.

Veamos algunos datos que dan idea de la enorme y trascendental contribución que nuestra profesión hizo a la tarea de sacar a la luz tales verdades:

El juicio se llevó a cabo simultáneamente del inglés, ruso, alemán y francés para los jueces, fiscales, testigos, guardias y representantes de los medios estadounidenses, británicos, rusos, alemanes y franceses; y también para los acusados alemanes y sus abogados de la defensa. 

Durante 10 meses, traductores e intérpretes fueron los héroes anónimos que tradujeron (escribieron) e interpretaron (hablaron) para hacer expedita la comunicación entre todas las partes interesadas. Haber interpretado consecutivamente (con relevo entre intérpretes e interlocutores), como se había hecho tradicionalmente hasta ese momento, habría convertido este juicio en una tarea prácticamente imposible. Imaginémonos por un momento que debiera pararse en cada frase para dar el equivalente en tres idiomas más. Se calcula que seguramente habría demorado unos cuatro años.

En lugar de eso, se adaptaron equipos que habían sido diseñados para otros menesteres en la década del 20. Así nacieron las cabinas, los canales de transmisión para cada idioma, los audífonos que todos, en un momento o en otro, debieron usar para entenderse. La consecución de los intérpretes corrió en su mayoría a cargo de los estadounidenses, pero esencialmente para el inglés y el alemán. Franceses y rusos debieron aportar los suyos. Los candidatos debieron presentar exámenes de competencia lingüística y manejo vocal. Una vez superadas las pruebas, fueron enviados directamente a Nuremberg. En total se usaron 500 audífonos. La interpretación demostró ser el elemento por excelencia esencialísimo para la buena marcha del juicio. En cada cabina había un equipo de tres intérpretes que trabajaban dos días y descansaban uno. Por lo general, hicieron turnos de 85 minutos, lo que a nuestros ojos contemporáneos suena excesivo.

En algunas fotos se ve a los acusados nazis sin los audífonos. Lo hicieron con el propósito de demostrar irrespeto y desinterés. Ello no obstante, fue una tarea titánica por varios factores: 1. Era la primera vez que se ensayaba la modalidad de interpretación simultánea. 2. Era la primera vez que se usaba toda la parafernalia necesaria. 3. El reto tecnológico era mayor aún por el hecho de que debía interpretarse permanentemente a tres idiomas. 4. Lo que estaba en juego era demasiado grande: juzgar a seres humanos por presuntos crímenes contra la humanidad.

Margot Bortlin interpreta del alemán al inglés durante el Juicio de Nuremberg

No puedo imaginar el pavor que debió de haber significado abrir el micrófono por primera vez, a sabiendas de que los ojos y los oídos del mundo estaban pendientes de ellos. Es cierto que previamente se hicieron algunos simulacros de juicio para afinar el manejo de los equipos, el vocabulario, el relevo entre las diferentes lenguas, etc. Pero aún así los nervios debieron de tensarse hasta extremos imposibles. Y encima de todo, debieron soportar insultos por parte de los acusados, tales como el de que los intérpretes son “una raza aparte, quisquillosos, vanidosos, irresponsables, llenos de vaguedades, inflados con su propia importancia, egoístas en grado sumo, y violentos oponentes del jabón y de la luz del sol”.

Me inclino con reverencia y sumo respeto ante estos héroes pioneros que allanaron el camino para las generaciones posteriores de intérpretes simultáneos. Aunque no todos los criminales fueron juzgados, el mundo supo la magnitud de las atrocidades cometidas por los nazis. Si yo hubiera estado ahí, no sé si la voz se me habría cortado por la emoción, y si habría podido seguir con sangre fría el hilo de los acontecimientos. 

¡Loor a los colegas que abrieron la brecha sobre la que transitamos los intérpretes de hoy, 79 años después![1]

 

 


[1]Bibliografía: 1. Galba, Francesca. The Origins of Simultaneous Interpretation. The Nuremberg Trial. University of Ottawa Press. 1988.
2. The National WWII Museum, Orleans. Translating and Interpreting the Nuremberg Trials. 2020.
3. Nuremberg. Documental.
4. Judgement at Nuremberg. 1961. Película de largo metraje en blanco y negro. Spencer Tracy como el juez presidente Daniel Haywood.

MINUCIAS

No existen fenómenos morales, sino solamente una interpretación moral de los fenómenos. 

Federico Nietzsche

 

16 Comments

  1. libélula grácil

    Excelente su artículo. Creo que muy pocos intérpretes saben los verdaderos orígenes. ¡Debería darnos al menos un poco de vergüenza!

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    • Cecilia Gómez

      Interesante conocer esos orígenes de la interpretación. En aras de juzgar y conocer las atrocidades de esa guerra.

      Un Abrazo desde Guatemala

      Reply
      • Yilda Ruiz Monroy

        Muchas gracias por su comentario. Efectivamente, es doloroso pero al mismo tiempo es esperanzador.

        Reply
  2. Pedro Pataquiva

    Le pasaré este artículo a la hija de una amiga mía, que desea estudiar esta profesión. Gracias por su ilustrativo artículo.

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  3. Martha Mesa

    Muy interesante, mil gracias.

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  4. josé javier Meneses Pulido

    He tratado de enviarle un mensaje para feicitarla por este ilustrativo artículo. Esta es la última vez que trato. Parece ue hay un problema con el Captcha

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  5. Genoveva D'Avvier

    Sí, son orígenes que deben hacernos sentir orgullosos, porque contribuyeron a revelar verdades, porque se tipificaron ciertos delitos, como el de “de lesa humanidad” o “delitos contra la humanidad”. He oído a algunos colegas expresar su pesar porque este sea el origen de nuestra profesión. Yo, entre ellos. Pero después de leer su artículo, veo las cosas con una nueva luz. Sin los intérpretes el juicio hubiera sido poco menos que imposible. Me uno al coro de los que conmemoran el trabajo de la primera generación de intérpretes simultáneos.

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  6. Luz Stella Carrasquilla

    Excelente artículo, primero resaltar lo que usted dice “ por qué un pueblo entero juró lealtad a un demente?” Hoy en el año 2024 muchas personas, ya no pueblos juran lealtad a dementes que destruyen países, no analizan, es fanatismo puro y duro a una ideología política, religiosa, social, económica, es doloroso que después de tantos años, de gran avance científico, aún existan fanáticos y pueblos subyugados.
    Increíble que ese horror de la humanidad haya dado lugar a tan increíble y necesaria profesión que une a la humanidad.

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    • Yilda Ruiz Monroy

      Usted muy bien lo dice, amable lectora: es increíble que siga pasando. La humanidad no parece aprender nada. Pasamos de un tirano al otro, al otro, al otro, y seguimos aclamándolos como si fueran héroes. Poco se habla de Stalin, pero él también fue un genocida. Quizá peor que Hitler, porque mató a más o menos 27 millones de sus propios compatriotas. Muchas gracias por su comentario. A los lectores que vean este comentario, les recomiendo leer el libro Sobre la Tiranía, de Tim Snyder.

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  7. Rigoberto Caro

    Triste y vergonzosa para la humanidad es cada guerra, cada enfrentamiento entre seres humanos, así sea entre vecinos. Peor aún entre hermanos. Los tiranos de hoy siguen usando las mismas argucias y técnicas del pasado. Seguimos creyendo en líderes que nos llevan al desastre, a la soledad, a la muerte. Conmovedor es su artículo. No soy intérprete, pero creo que puedo imaginar no solamente el esfuerzo técnico, la preparación que implicó esta tarea que en su momento fue un experimento, sino también la seguridad que debe tener un intérprete para decir lo que se dice en otro idioma, sin quitar ni poner ni un punto. Y en un asunto donde están en juego vidas humanas, peor aún.

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    • Yilda Ruiz Monroy

      Agradezco mucho su mensaje. Me es imposible agregar nada más.

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