EN EL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS
GRACIAS POR LOS CAMINOS DE LA PATRIA
A pesar de los enormes problemas y las tiranías que aquejan al mundo en este momento, hay enormes razones para dar las gracias. La lista de las bendiciones que recibimos es más grande aún que la historia y que el planeta que habitamos. Por eso, para el artículo de hoy, escogimos una sola cosa por la cual dar las gracias: la geografía colombiana.
Laguna de La Cocha, Nariño
La Guaneña, la tradicional melodía que identifica no sólo los aires, sino los numerosos, vastos y bellos caminos sureños de la patria, es la pieza que abre este abanico de paisajes que vamos a recorrer hoy. ¡Cómo me encantaría recorrer todos los rincones de nuestra geografía!
Este año me llevó a conocer paisajes que arroban el espíritu por su belleza prístina, por su variedad que va desde lo agreste y escarpado hasta el sublime remanso de la laguna de la Cocha, donde el espíritu se deleita contemplando la profundidad insondable que parece retar al viajero.
El deseo de conocer y de inundarse de naturaleza, es el motor que anima al caminante a enfrentar topografías empinadas, lo mismo que vientos y aguas de dudosa mansedumbre. La búsqueda de la comunión con los escondidos habitantes de la montaña guía sus pies, y le hace mitigar el frío, el sueño, el cansancio y… a veces… hasta la muerte. La recompensa es tan solo unos pocos momentos de unidad con la madre, la Madre Tierra, la Pachamama.
Volcán nevado del Tolima
Chiles, Cumbal y Azufral son tres gigantes telúricos en cuyo suelo pusimos nuestra huella. Un océano blanco cubre el piso que se junta con un cielo cargado de nostalgias.
Las lagunas Verde y Negra no nos negaron sus encantos cuando, atrevidos de nosotros, hollamos su milenario silencio. En este momento se olvidan la sed y la fatiga, pues puede más la avidez por el paisaje.
Con mano temblorosa por el esfuerzo muscular, pero imbuidos del deseo de dejar para la posteridad los pocos, mas no efímeros momentos de contemplación, busco compartir con todos unas imágenes que serán de perenne recordación.
Cuando sentimos el éxtasis que nos depara la Tierra, nos parece lejana la realidad en que vivimos. Medimos con otra vara la verdadera dimensión de nuestra pequeñez, y nos sentimos una criatura más, de dimensiones ínfimas, tan sólo una más, entre todos los seres cuya existencia se derrama pródigamente a nuestro alrededor.
El paisaje andino, su flora, su fauna, son riqueza del mundo. Es la sabiduría dormida en la noche de los tiempos, de unos pueblos cuya forma de vida es, aún hoy, motivo de asombro para nosotros, habitantes del siglo XXI, acostumbrados, como estamos, a sentirnos el producto final de la evolución.
Los dioses indígenas, indudablemente, tuvieron una mano dadivosa cuando crearon esta tierra donde se levantan el volcán nevado del Tolima y el Páramo de las Hermosas: las cumbres silenciosas que generosamente ofrecen sus nieves al peregrino solitario que busca otra realidad.
Laguna verde del volcán Azufral
El viento y el frío son los anfitriones que reciben al viajero. Su abrazo es penetrante y deja en los huesos y en el alma la impronta indeleble de la tierra andina. Su abrazo se siente en todo el cuerpo, con efluvios de un sol que parece no quemar…. Pero quema.
Zampoñas, chirimías, quenas, ocarinas: todas ellas conforman el dulce legado musical que brota de las entrañas del planeta en este confín suramericano lleno de magia y de sorpresas. Los aires andinos, evocadores vientos vegetales, testigos callados del lento devenir geológico, han inspirado una música invitante.
Con estos compases que rinden homenaje al volcán Galeras,[1] dejemos que el poeta Carlos Castro Saavedra se valga de nuestra voz para recordarnos el triste dolor de nuestros caminos, cuya esperanza está únicamente en ti: viajero que recorres los
CAMINOS DE LA PATRIA:
Cuando se pueda andar por las aldeas
Y los pueblos sin ángel de la guarda
Cuando sean más claros los caminos
Y brillen más las vidas que las armas
Cuando los tejedores de sudarios
Oigan llorar a Dios entre las almas
Cuando en el trigo nazcan amapolas
Y nadie diga que la tierra sangra
Cuando la sombra que hacen las banderas
Sea una sombra honesta, y no una charca
Cuando la libertad llegue a las casas
Con su pan diario, con su hermosa carta
Cuando la espada que usa la justicia
Aunque desnuda, se conserve casta
Cuando reyes y siervos junto al fuego
Fuego sean de amor y de esperanza
Cuando el vino excesivo se derrame
Y entre las copas viudas se reparta
Cuando el pueblo se encuentre, y con sus manos
Teja él mismo sus sueños y su manta
Cuando de noche grupos de fusiles
No despierten al hijo con su habla
Cuando al mirar a la madre
no se sienta dolor en la mirada y en el alma
Cuando en vez de sangre, por el campo
Corran caballos, flores en el agua
Cuando la libertad recobre su paloma
Y acudan los vecinos a mirarla
Cuando el amor sacuda las cadenas
Y le nazcan dos alas en la espalda
Sólo en aquella hora, podrá el hombre decir
QUE TIENE PATRIA
[1] Grupo instrumental andino Dama Wha: Cantos al Galeras, obra inédita ganadora del festival Mono Núñez del año 1995. Ginebra, Valle del Cauca, Colombia.
MINUCIAS
La palabra RECONOCER es un palíndromo (se lee igual al derecho que al revés).
SABIDURÍA DE SANCHO PANZA
Buen corazón quebranta mala ventura.
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Gracias por esa espléndida descripción de nuestros hermosos paisajes andinos y esas bellas fotografías
¡Para que los colombianos recordemos un poco de lo mucho que nos ha dado el universo! Gracias.
Gracias, Rudy. ¡Cuántas cosas bellas tiene nuestra patria!