EN EL DÍA DEL IDIOMA (4)
23 DE ABRIL DE 2023
Cada año, cuando se acerca este día, empiezo a preguntarme en las oquedades de mi alma lingüística por qué celebro / celebramos esta fecha. Ríos de tinta han corrido sobre la musicalidad de la lengua castellana, sobre sus virtudes excelsas, sobre sus muchos escritores que han sido honrados con el premio Nobel de literatura, etc. Todo lo anterior es o puede ser cierto, pero… ¿amerita tantos bombos y platillos?
Fuera de la vida de Cervantes que, según las crónicas, parece haber sido un hombre íntegro a más no dar, fiel a sus convicciones, lector de todo lo que se cruzaba ante sus ojos –según confiesa él mismo– eximio maestro de la lengua, tengo momentos en que francamente no encuentro motivo de celebración.
Prácticamente de cada persona que pregunto si ama el idioma, la respuesta invariable es “sí”. Observo que en cualquier conversación, de repente surge el asunto de si tal uso está admitido o no, de lo terrible que fue oír a tal o cual periodista diciendo una cosa o la otra, etc. Con frecuencia se hacen críticas erróneas. Me explico: se corrige lo que está bien, pero sin haber consultado en ninguna parte dónde está lo correcto y por qué. En cambio, con más frecuencia de la deseada, se admite cualquier improperio sin pensarlo dos veces.
Ante mis ojos veo pasar casi todos los días cambios semánticos que no obedecen al devenir propio del idioma, sino a la invasión – como suelo llamarla– del inglés en el español. Sí, ya sé que también nos llegan palabras del francés, del italiano y hasta del ruso, pero son como una gota minúscula en un enorme tanque de agua.
Los mismos que declaran amar y cuidar el idioma caen irreflexivamente ante cualquier uso del inglés. Empezamos a oír de pronto el cuento de los “niños abusados”, las “deudas soportadas”, los “gastos incurridos”, etc. O ya los verbos “validar”, “sugerir”, “comprometer” pasan a tener el significado del inglés. Todo ello, habida cuenta del casi nulo cuidado que tenemos con los artículos “importados” sin licencia de importación. ¿Es eso verdadero amor?
Empezamos no solo a usar traducciones literales, sino también a usar palabras del inglés, cuando el español tiene su correspondiente expresión. No se trata de usar un término porque no exista en nuestra lengua, sino que por distintas razones (arrogancia, pereza, ego o qué se yo) se salpica la conversación con palabrejas raras que no dicen nada a quien únicamente habla el español.
Me dirán que lo mismo está sucediendo en otras lenguas de las que tengo noticia: el portugués, el italiano, el francés… No hablo por las que no sé. No tengo idea de si en el kamsá, el swahili o el bengalí está sucediendo lo mismo. El adagio popular reza: “mal de muchos, consuelo de tontos”. He observado – aunque quizá no en una muestra representativa– que a los ocho años hay niños que todavía leen con dificultad. Cuando yo entré al colegio, a la tierna edad de cuatro años, ya leía de perfecto corrido, y la mayoría de mis compañeras aprendió muy pronto a leer sin tropiezos. No observo lo mismo ahora, aunque no tengo estadísticas.
¿Están desapareciendo los signos diacríticos en razón de la pereza que nos causa escribir bien? ¿Está disminuyendo la capacidad de desarrollar el pensamiento complejo? ¿Se lee ahora solamente para las cosas esenciales, tangibles y concretas de la vida cotidiana, tales como el aviso del autobús o los letreros de la carretera? Los expertos así lo creen, y están dando la voz de alarma mundial. Mientras no cambien los sistemas educativos, mientras los maestros no lean y den ejemplo a sus alumnos, cada vez nos embruteceremos más. Sí, estaremos más unidos por la red mundial, las redes sociales, el whatsapp, pero no nos digamos mentiras: estaremos unidos en la estupidez.
MINUCIAS
La amabilidad es el idioma que el sordo puede escuchar, y el ciego puede ver.
Mark Twain
SABIDURÍA DE SANCHO PANZA
Detrás de la cruz está el diablo.
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Muy estimada Yilda:
Como siempre, muchas felicidades por tu artículo. Creo que es de interés, por lo menos, para los miembros de la OMT, CMIC y AMLA, así que me voy a permitir reenviarlo con la esperanza de que tengas muchos comentarios y opiniones, buen fin de semana, saludos mil.
Muchas gracias, Georganne. Esperemos que así sea.
Eso de que “de cada persona que pregunto si ama el idioma, la respuesta invariable es “sí”, me recuerda un breve intercambio con una distinguida profesora francesa en Bogotá, quien decía que el francés es una de las mejores lenguas del mundo, por su riqueza, su capacidad de expresión, etc. No quise contradecirla con el argumento de la fallida y absurda fonética o la propensión a adornar innecesariamente las expresiones, como para qué decir “n’est pas” (no es no) para decir “no”. El hecho es el cegador nacionalismo que se impone a las consideradas mejores mentes de nuestros países. Si vamos a hablar de idiomas “mejores”, podríamos pensar, por ejemplo, en el aymara, uno de los idiomas más regulares que se conocen, razón por la que alrededor de 1990 fue usada como modelo de intercambio en la traducción automática. Pero esa es ya otra conversación. Gracias por recordarnos los defectos en que caemos al usar nuestra lengua que, en sí, no es ni buena ni mala, es como la hacemos.
Muchas gracias, Ramiro, por el comentario. Efectivamente hay mucho de nacionalismo en eso de defender una lengua o la otra. Yo personalmente no creo que haya una lengua mejor que otra. Todas tienen sus virtudes y sus defectos. No sabía lo del aymara, pero me parece digno de tenerse en cuenta. El sánscrito es considerado el protopadre lingüístico. En el caso nuestro, lo que a mí me duele son dos cosas: el “peninsularismo” de la llamada Academia, y el arrodillamiento de los hablantes ante todo lo que suene a extranjero. Me recuerda algo que se dice en chiste, pero que tiene mucho de verdad:el problema de los colombianos (y quizá pueda aplicarse a los latinoamericanos en general) es que la clase alta quisiera ser europea, la clase media quisiera ser gringa, y la case baja quisiera ser mexicaa.
Mensaje recibido. Fuerte y claro: “unidos en la estupidez”.
Sí: unidos en la estupidez.
Nunca lo había visto así porque siempre me enseñaron en el colegio que la lengua española es la mejor, la más bella, la más sonora, etc. Agradezco su punto de vista que me ha hecho reflexionar.
Gracias por su comentario.
Mañana se celebra el día de nuestra lengua y de la lengua inglesa. ¿Alguien tiene alguna teoría sobre por qué Shakespeare y Cervants murieron en la misma fecha? ¿Serían una misma persona? Me gustaría oír sus opiniones.
No tengo ninguna hipótesis, pero me gusta soñar que existía un supermán que se cambiaba rápidamente de vestido y volaba de España a Francia para adoptar una personalidad o la otra
Yilda: muy nutritivo el artículo (conste que es una metáfora).
El constante deterioro en el uso de nuestro amado español tiene muchos orígenes, entre los cuales, cuentan los ocasionales pobres argumentos aducidos por las “autoridades” para aceptar términos innecesarios, simplemente, porque los hablantes empiezan a usarlos y, luego de 10 años, son adoptados y aceptados. No se ejerce una ilustración preventiva, en lo que nos dan ejemplo los reguladores de lenguas como el italiano y el francés, por ejemplo. Bueno, ¡hay algunas diferencias culturales!
En ocasiones nos preguntan y nos cuestionamos las razones del desorden de nosotros, los hispanohablantes. ¿Cómo no vamos a serlo si tenemos una lengua caótica?
Muchas personas hablan de “riqueza idiomática” pero, en realidad, se trata de “lengua desordenada”. Y parece que esto no lo remediaría ni el mismo Cervantes.
Todo mensaje oral o escrito nace en el cerebro y, como consecuencia de lo anterior, cumple con las mismas condiciones de la lengua en la que se genera.
Las damas atacan el machismo del español, y todavía hablan de “mujeres poetas”, cuando se les ha otorgado -por respeto- el término adecuado de “poetisas”, pero aducen unos argumentos infundados para continuar con su posición. Peor aún: hay universidades -donde se supone que se recibe cultura- que otorgan títulos masculinos: la abogado, la médico, y se oyen unas mezclas dispares, como “médico cirujana”. En fin, hay mucha tela por cortar.
Apreciado Antonio: me place sobremanera este comentario que confirma cosas que vengo observando desde hace años. Por ejemplo: ha unos cuatro lustros que participé en el encuentro poético de Roldanillo, Valle, evento que es solo para mujeres. Cuando llegué me abordaron unas seis u ocho mujeres furibundas que pidieron mi firma para solicitar a la academia que borre del diccionario la palabra “poetisa”. Lógicamente, no firmé. Y no lo hice por las mismas razones que tú estás arguyendo: tanto quejarnos del machismo del idioma, pero cuando tenemos una palabra exclusiva para el género femenino, nos “emberracamos” (perdón la salida de tono) y empezamos a argüir estupideces. Lo mismo con las universidades y sus títulos. Se ha llegado al colmo de que un día en unos grados de la Javeriana, que otorga títulos como los que mencionas, cuando levanté la voz para defender el idioma, me dijeron que eso era culpa de la calígrafa, no de la universidad.
Muchas gracias por tu comentario. Muy agradecida, muy agradecida, muy agradecida.
Estimada Yilda gracias por el artículo que me lleva a la reflexión y aprendizajes. Abrazos
Muchas gracias, querida lectora.
Me alegra saber que un lector trae a colación el tema de la poetisa. Me parece tan ridículo como que en el inglés haya hasta un movimiento de actrices (actresses) para que no se les llame como tal, sino “actores” (actors). ¿Dónde quedó el feminismo, pues? Las mujeres vamos a tener que definirnos por una sola cosa: o queremos palabras para denotar el género femenino, o deseamos que se nos trate como si fuéramos hombres.
Gracias por su comentario. ¿Cómo no estar de acuerdo?