Cruz conmemorativa del partido de fútbol que se jugó en la Navidad de 1914

Fecha: 24 de diciembre de 1914, primer año de la primera guerra mundial

Lugar: frente occidental entre tropas británicas y alemanas.

La guerra avanzaba inexorable llevando su nefasta sombra cada vez a más países. El conflicto bélico era el más grande jamás presenciado por la humanidad. El poderío destructor alcanzaba proporciones impensadas en la historia del mundo. La declaración de guerra, que en un principio había llenado de júbilo a la población de numerosos países europeos, empezaba a mostrar su cruda verdad: en la guerra no hay vencedores: todos son vencidos.

La primera guerra mundial pasó a la historia como la guerra de trincheras. Por kilómetros y kilómetros en lo que parecía ser una tumba en vida, el olor a carne chamuscada, el frío, la humedad, las enfermedades, el humo, la pólvora y la nueva y letal arma, el gas mostaza, estaban causando estragos sicológicos y físicos que dejarían huellas imborrables en millones de vidas.

En la víspera de la Navidad (el 24 de diciembre), la tan ansiada tregua fue decretada. Los soldados la recibieron con enorme regocijo. De inmediato se empezaron a “decorar” las trincheras con lo que cada uno tenía a su alcance: quizás una foto, una cinta, una tarjeta. Llegó la noche, y con ella se dejaron oír villancicos en inglés y en alemán. Se dice que del lado alemán se entonó Noche de Paz, y que luego se entonó en inglés en el lado británico.

En este canta, que yo te cantaré, los soldados empezaron a lanzar, en vez de balas, pequeños regalos a la tierra de nadie; vale decir, el terreno intermedio entre los dos bandos. Lenta, tímida y un poco temerosa fue la salida de los soldados de sus correspondientes trincheras. En el largo frente flanqueado por trincheras, hubo episodios de intercambios de heridos, abrazos entre enemigos que por un momento comprendieron lo absurdo de la guerra. Se intercambiaron palabras de condolencia por los caídos en el otro bando. Hasta se enterraron los muertos de lado y lado, y se lloró comunitariamente por todos los caídos.

Quizá cuando se convencieron de lado y lado de que en verdad se trataba de una tregua, y no de un combate, intempestivamente empezaron a jugar un partido de fútbol.  Algunos dicen que los alemanes fueron los ganadores. Sin embargo, eso no importa, porque en el espíritu de compasión, amor y generosidad todos salen ganando. En una palabra, en aquel momento los contendores se llenaron del espíritu de la Navidad, el espíritu de la unión, de la fraternidad y la consideración.

La tregua no duró el mismo tiempo en todos los sectores, y aunque las expresiones bien pudieron ser distintas, el elemento común fue la solidaridad y la empatía por el que hasta hacía muy poco era el enemigo.

Estas manifestaciones llenas de humanidad y bondad se dieron – debe quedarnos claro—entre los soldados rasos, no entre los altos mandos. ¡Qué curioso que en ambos sectores estos últimos desaprobaron enfáticamente las expresiones “de blandura” de sus soldados, y tomaron medidas para que no volvieran a ocurrir!

Ciento quince años han transcurrido desde este memorable partido de fútbol en el que el campeón fue el amor. En esta Navidad, renovemos las lecciones de compasión y unión que nos dejaron los soldados que se atrevieron a desafiar las órdenes de división y matanza.

¡Herederos de Cervantes les desea una felicísima Navidad, y un año nuevo lleno de unión y amor! ¡Que donde quieran dividirnos tengamos el valor para mantenernos unidos!